«Si te interesa dominar el arte de la vida, recuerda tres importantes lecciones: •Estás actuando todo el tiempo. •Te crees los papeles que interpretas. •Te crees los papeles que interpretan los demás.» Don Miguel Ruiz Don Miguel Ruiz, carismático chamán y autor del clásico “Los cuatro acuerdos”, vuelve con una obra fundamental: un curso para estudiantes de los misterios de la vida. A través de la metáfora del teatro y el actor, Don Miguel Ruiz nos ayuda a mirar los conflictos y las preocupaciones con los ojos de la verdad. En este curso aprenderás a ver tu vida como una gran representación y empezarás a comprender el papel que tú interpretas en la misma. Descubrirás que, por lo general, te limitas a recitar un guion aprendido desde la infancia, un papel que a partir de ahora podrás cambiar a tu gusto e incluso improvisar. Probablemente decidirás modificar tus actos en consecuencia y al momento se abrirán ante ti más opciones de las que nunca pudiste imaginar. Los seres humanos tenemos la capacidad de materializar nuestras visiones, sueños y deseos. Con una mentalidad abierta y un deseo de experimentar, palabras como transformación e iluminación ya no tendrán secretos para ti.

Todos creemos saber lo que es el amor. Nos lo dicen las canciones, las comedias románticas, los relatos que nos han contado desde la infancia. Asociamos el amor con un anhelo desesperado, con rupturas y despecho. Aceptamos abrir el corazón, siempre y cuando el otro cumpla nuestras condiciones. ¿Cómo superar los hábitos de toda una vida y descubrir un amor más puro y generoso? Don Miguel Ruiz, uno de los líderes espirituales más influyentes del mundo actual, brinda a los estudiantes del misterio un nuevo camino de conocimiento para que puedan trascender la idea del amor que nos ha sido programada. Mediante el poder transformador de la conciencia y la atención, aprenderemos a ver más allá de los relatos aprendidos para experimentar la alegría de amar sin expectativas. Cuando la vida está llena de amor nadie puede regatear con nuestro corazón. No sentimos la necesidad desesperada de ser adorados y valorados, porque somos la fuente misma del amor. Y la vida, esa fuerza enigmática, deja de ser una adversaria para convertirse en nuestra más íntima cocreadora y aliada.